Cristina Lasuen
Nace en Bilbao, Vizcaya.
Cursa estudios de Arte y Decoración en Bilbao.
Recibe clases de pintura del pintor Luis Aparisi en Laredo, Cantabria.
Estudia dibujo en el Estudio Peña en Madrid.
Trabaja el esmalte al fuego y pintura en el estudio de María Luisa Ortega.
Premios:
1981 Primer premio del Certamen de Pintura patrocinado por el Ayuntamiento de Laredo (Cantabria).
1982
Tercer premio del Certamen de Pintura convocado por Caja de Ahorros de Vizcaya, Bilbao.
2000 Segundo premio del Certamen de Pintura convocado por el Ayuntamiento de Morata de Tajuña (Madrid).
Exposiciones
Pub Gari Golo, Bilbao.
Pub Mustaki, Bilbao.
Centro Cultural de Navalcarnero (colectiva), Madrid.
Café La Clave, Madrid.
Centro Cultural de Morata de Tajuña (colectiva), Madrid.
Espacio para el Arte, CajaMadrid, Morata de Tajuña, Madrid.
Casa de Cultura de Velilla de San Antonio, Madrid.
Ayuntamiento de Morata de Tajuña (colectiva), Madrid.
Sala de Exposiciones de la Caja de Ávila, Arévalo (Ávila).
Casa de Cultura "La Residencia", Castro Urdiales (Cantabria).
Casa del Rey, Arganda (Madrid).
Espacio para el Arte, Manzanares (Ciudad Real).
Exposición Lille - Francia
Casa cultural de Colindres (Cantabria)
Casa cultural A Guardia (Pontevedra)
Casa cultural Villamanrique de Tajo (Madrid)
Puesto permanente en Mercadillo de Pintores Plaza del Conde de Barajas hasta 2009
En un prado dorado, bajo el cielo azul,
donde el sol se despierta, radiante y sin par,
se alzan los girasoles, con su mirada al sur,
guiando nuestros sueños hacia un nuevo lugar.
Sus pétalos de oro, como rayos del sol,
se inclinan con gracia, siguiendo su danza,
y en sus corazones, una chispa de arrebol,
pintando el horizonte con luz y esperanza.
Girasoles valientes, de cálida energía,
siguiendo al astro rey, en su eterno camino,
llenando de alegría nuestra melancolía,
y brindando al mundo un radiante destino.
¡Oh, girasoles radiantes, fragantes como el día,
emblemas de optimismo, de fuerza y amor!
Vuestras almas brillantes, al viento se deslían,
inspirando al poeta, al músico y al pintor.
En el horizonte, un velero navega,
sus velas al viento se abren con gracia,
bajo el sol radiante, su estampa se eleva,
surcando el mar, en busca de su traza.
Sus maderas antiguas, llenas de historia,
resguardan secretos de tiempos lejanos,
testigo de viajes, de gloria y victoria,
un valiente guerrero de sueños humanos.
En noches estrelladas, su casco sereno,
refleja la luna con un brillo sereno,
como un faro de ensueño, guía en la oscuridad,
mientras las olas susurran su eterna verdad.
Velero audaz, que en la espuma te enredas,
conquistador de mares y almas despiertas,
despierta la envidia de gaviotas y medusas,
navega, velero, hacia nuevas aventuras.
En las Tablas de Daimiel, misterio y esplendor,
donde el agua serena acaricia su color,
surca un velero en su danza encantadora,
navegando en sueños, en busca de auroras.
Sus velas blancas, como alas al viento,
se deslizan ligeras, sin ningún lamento,
reflejando en las aguas su elegancia serena,
un destello dorado en la naturaleza plena.
Las aves danzan, juguetonas, en su derredor,
acompañando al velero en su dulce labor,
flotan con gracia, entrelazando su canto,
como notas musicales, en un eterno encanto.
En las Tablas de Daimiel, mágico paraje,
el velero se desliza, dejando su mensaje,
un susurro en el agua, un eco en el aire,
contando historias de ensueño, sin cesar.
En el susurro del viento otoñal,
los árboles se visten de tonos dorados,
hojas danzantes en un suave ritual,
mágico otoño, de encantos apreciados.
El sol se oculta tras nubes plomizas,
y el cielo se tiñe de melancolía,
las hojas caen en danza silenciosa,
pintando el suelo con su elegante poesía.
En cada esquina, un aroma a tierra mojada,
las tardes se visten de bruma y añoranza,
susurra el viento secretos de despedida,
en este otoño, la naturaleza avanza.
Los días se acortan, las noches se alargan,
y el otoño, como un suspiro, se desvanece,
pero en mi corazón su magia perdura,
pues en cada otoño mi alma renace.
En el cantábrico azul de mar bravío,
donde las olas bailan con alegría,
se alza majestuoso Castro Urdiales,
tesoro de historia y gran valentía.
Sus calles empedradas cuentan historias,
de viejas leyendas y pasiones antiguas,
las murallas nos hablan de batallas vividas,
y en cada rincón, nostalgia se derrocha.
La brisa del Cantábrico acaricia su puerto,
donde los barcos sueñan con horizontes lejanos,
los pescadores regresan con su red llena,
y el aroma a salitre se funde en sus manos.
Sus playas de arena dorada y fina,
invitan a perderse en tardes soleadas,
el mar y el sol entrelazan su danza,
creando un escenario de paz y armonía.
En tierras lejanas, de oriente encantador,
la primavera despierta con su esplendor,
Japón florece en colores y alegría,
un canto de vida en cada rama y vía.
Los cerezos en flor pintan el paisaje,
un lienzo de pétalos, un suave homenaje,
la primavera abraza con su dulce abrigo,
el alma japonesa se llena de intrigo.
En Kyoto, los jardines se visten de gala,
el aroma de los sakuras se desbala,
la primavera danza entre bonsáis y cascadas,
Japón y su esencia se funden en miradas.
Geishas pasean con gracia en este tiempo,
un halo de belleza, un sublime aliento,
la primavera susurra en cada kimonó,
la elegancia nipona fluye como un río.
En el jardín, la hortensia florece,
con su encanto y su belleza inmensa,
sus pétalos suaves, color celeste,
de la naturaleza, una princesa.
Sus ramas, cual abrazo se entrelazan,
y en cada hoja, destella el rocío,
la hortensia, como joya que abrazan,
embellece el paisaje con su brío.
Sus flores en racimos se despliegan,
un mar de tonos suaves y profundos,
la hortensia en su esplendor nos entrega,
un regalo divino entre los mundos.
En los jardines, su presencia habita,
con su aroma y su elegancia fina,
la hortensia, eterna musa bendita,
que en cada verso, mi pluma ilumina.
En el horizonte azul, Menorca se alza,
isla de ensueños, joya del mar.
Sus playas de arena fina y blanca,
acarician el alma, invitan a amar.
Sus acantilados guardan secretos,
testigos de historias de tiempos pasados.
Sus calas esconden tesoros perfectos,
un paraíso en sus aguas cristalinas hallado.
La brisa suave acaricia mi rostro,
mientras paseo por sus calles adoquinadas.
Los colores de sus fachadas me envuelven,
la esencia mediterránea, eternamente añorada.
Menorca, perla bañada por el sol,
tu belleza trasciende el tiempo y espacio.
En cada rincón encuentro la paz,
un regalo divino, un abrazo en cada abrazo.
En un campo de sueños, al atardecer,
se alza la lavanda en su dulce esplendor,
un océano morado que llega hasta el ser,
envolviendo el alma con su aroma y color.
Sus pétalos suaves, como caricias al tacto,
danzan al viento con gracia y primor,
mientras el sol besa cada tallo despacio,
creando un paisaje de ensueño y amor.
En su fragancia se esconde un susurro suave,
un secreto guardado en cada flor,
que al ser respirado nos lleva al enclave
de paz y serenidad, sin ningún temor.
Oh, lavanda hermosa, embriágame el ser,
con tus notas sutiles y tu esencia de amor,
en tu abrazo me dejo envolver y perder,
en el mágico hechizo que me ofreces con fervor.
En un jardín de ensueño, entre colores brillantes,
las flores danzan al viento en suaves compases,
sus pétalos radiantes, en un festín de fragancias,
embellecen el mundo con sus formas elegantes.
En un rincón acogedor, reposa un jarrón de cristal,
testigo de las flores que en él encuentran su hogar,
sus líneas delicadas, un abrazo sin igual,
guardando con cariño su hermosura sin par.
En la primera estrofa, las flores son protagonistas,
su danza y su esplendor llenan de vida y conquistan,
un jardín lleno de magia, de sueños y de encanto,
donde las flores reinan con su encanto en todo canto.
En la segunda estrofa, el jarrón se hace presente,
como un fiel confidente de cada flor reluciente,
sus paredes transparentes, un refugio seguro,
donde las flores descansan con su esencia en lo puro.
En los campos de ensueño, la primavera despierta,
con sus colores vivos y fragancia que alerta,
los brotes florecientes llenan el aire de magia,
y el sol abraza la tierra con su cálida caricia.
Los pétalos se abren, como suspiros de amor,
y el viento los lleva en su suave rumor,
las aves entonan melodías de alegría,
mientras la primavera despliega su armonía.
Los jardines se visten de un manto multicolor,
las mariposas danzan con gracia y esplendor,
los ríos serpentean entre prados de verdor,
y la primavera es símbolo de renacer y amor.
Oh, primavera radiante, embriáganos con tu esencia,
inunda nuestros corazones con dulzura y permanencia,
tu belleza efímera nos enseña a apreciar,
la fugacidad de los momentos que nunca volverán.
Que la primavera nos inspire con su magia eterna,
y nos recuerde que la vida es una danza tierna,
en cada renacimiento, en cada nuevo amanecer,
la primavera florece y nos invita a renacer.
Sobre la arena ardiente, un toro bravo,
despliega su poder, su gracia y encanto.
En cada paso firme, en cada salto,
la fuerza del toro, un misterio esclavo.
Su piel de sol nacido, un rastro cálido,
refleja el fuego ardiente de su coraje.
Sus ojos desafían, su mirada es saje,
en la arena, el toro, orgulloso y valiente.
Con cuernos afilados, astas de poder,
se alza majestuoso, dueño de la arena.
Las olas de aplausos, una estampa serena,
ante el toro que ruge, indómito ser.
Baila el toro libre, su danza singular,
en el ruedo de arena, su arte se despliega.
Es estampa de fuerza, la vida se entrega,
un símbolo vivo de poder y de azar.
¡Oh, toro en la arena, noble criatura!
Tu estampa despierta la pasión más pura.
En tus movimientos, se abraza la bravura,
y el corazón vibra al son de tu figura.
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